La colaboración y los pizarrones virtuales 

El origen del pizarrón como una tecnología mediadora del aprendizaje escolar se ubica hacia 1840, cuando el profesor escocés James Pillans retoma el concepto de la tabla rectangular utilizada por los estudiantes para hacer apuntes de manera individual y coloca una superficie plana de mayores dimensiones, que permite la fijación de trazos con gis a la vista de una mayor audiencia [4]. A partir de ese momento, este objeto se convierte en “el soporte visual” común por excelencia, que muestra contenidos actualizados de la clase, su papel protagónico, incluso llega a dictar la propia distribución espacial de los elementos del aula. Estos continuaron evolucionando, adaptándose a nuevas materialidades, primero como superficies oscuras en las que se escribía con tiza blanca y posteriormente áreas claras y brillantes con marcadores indelebles (Pizarrones de pared), hasta llegar a las pantallas planas características de los medios virtuales existentes, gracias a la naturaleza difusa y distribuida del internet que favorece los intercambios cualitativos de información y recursos. Los pizarrones migraron al espacio virtual, permitiendo escribir, dibujar, subir imágenes y compartir con otros en la modalidad remota, potenciando su capacidad para abordar a múltiples audiencias en distintos momentos en tiempo real. Hacia el 2010, con la llegada de las tabletas, diversas aplicaciones informáticas cuentan con pizarrones virtuales “virtual whiteboards” y ofrecen servicios a usuarios especializados para que puedan producir gráficos e imágenes de manera fácil, compartiendo contenidos entre sí, por ejemplo: Educreations, 2013 [5], o Canva, 2012 [6]. 

Los pizarrones virtuales en combinación con los programas de videoconferencia (como Zoom, Meet o Teams) se han vuelto una potente herramienta para la colaboración remota sincrónica, incluso algunas plataformas ya los integran dentro de su propio ambiente. Esta herramienta, además, de ofrecer la capacidad de compartir contenidos con un grupo de personas para que puedan trabajar desde sus propios dispositivos, también les permite comunicarse y compartir distintos formatos, canales y zonas horarias, sin las limitaciones exclusivas de la proximidad física espacial de los pizarrones de pared, por lo que abre oportunidades para la educación a distancia. Este concepto ha sido explorado por varias aplicaciones informáticas como: Microsoft Whiteboard, 2018, [7]; Mural.ly 2015 [8]; y Miro 2018 [9]. (Ver análisis comparativo detallado en la tabla 1.).

La plataforma de pizarrones virtuales Miro, antes denominada “RealtimeBoard”, se ha convertido en líder del mercado [9]. Su origen data del 2011 en Ámsterdam, cuando Andrey Khusid buscó una manera para que su agencia comunicara ideas a sus clientes que no estaban presentes en la misma habitación. El concepto basado en la configuración distribuida se convirtió en una sólida plataforma de colaboración visual, con oficinas centrales en Ámsterdam y San Francisco.

La plataforma Miro permite trabajar colectivamente de manera gratuita con tres pizarrones virtuales y una serie de plantillas preestablecidas para resolver distintos desafíos: (lluvia de ideas, métodos ágiles, estrategias de planeación, webinars, etcétera). El modelo de negocio se basa en el costo por integrante del equipo y ofrece paquetes a la medida para empresas a precios muy accesibles para el mercado educativo. Actualmente, cuenta con más de 35 millones de usuarios globales en 99% de las empresas del Consorcio Fortune 500. Uno de los aciertos de esta plataforma, es que utiliza lenguaje visual universal como un facilitador del trabajo, aspecto que será de utilidad para dar cuenta sobre las experiencias de enseñanza aprendizaje.